Fernando VII, obra de Goya.

Mezclar cultura y gastronomía es, sin duda, un plan muy apetecible y CaixaForum lo ofrece en un pack combinado que se puede reservar a través de su web. En realidad, no es una algo nuevo, puesto que la entidad lo oferta en las exposiciones de sus diferentes centros culturales (Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Palma, Gerona, Lérida, Tarragona y Valencia), pero aún no es muy conocido entre el gran público.

El centro CaixaForum Sevilla –el único CaixaForum andaluz hasta que abra CaixaForum Málaga, en 2026– acoge actualmente la exposición ‘XIX. El siglo del retrato. Colecciones del Museo del Prado’, una muestra que está teniendo una gran acogida entre los amantes del arte que se puede ver por libre (6€), de manera comentada (4€), en visita taller (4€) y con el denominado Pack: Visita comentada y menú temático ‘El Siglo del Retrato’ (25€). Recordemos que, en los primeros casos, la entrada puede ser gratuita si son clientes de CaixaBank y menores de 16 años.

El pack visita comentada con menú temático está disponible los sábados y domingos y arranca a las 13.30 horas. A esa hora, el grupo se reúne en un punto del hall principal de CaixaForum Sevilla y, tras dotarse de los auriculares pertinentes para no perder las explicaciones del guía, comienza la actividad. La exposición ‘XIX. El siglo del retrato’ cuenta con un total de 160 obras originales todas del Museo del Prado. No obstante, la visita comenta una selección de piezas en un tiempo aproximado de 50 minutos. ¿Qué podemos ver en ella? Pues un reflejo de la alta sociedad de la época, empezando con la dinastía de Los Borbones, pasando por la aristocracia y terminando con artistas y demás personajes conocidos del siglo en nuestro país.

Retrato Pictórico de la Gamba.

El retrato es entendido a veces como una carta de presentación –e incluso una tarjeta de visita–, pero también está pensado de cara al futuro. No solo vemos el rostro del retratado, sino su personalidad, el retrato psicológico. Estas obras reflejan cómo vivía esta sociedad y nos llevan a un viaje mental al siglo XIX, al poder económico y social.

Tal y como explican desde CaixaForum, «en el siglo XIX, el retrato fue un género en auge, especialmente por el crecimiento de las clases burguesas. Al mismo tiempo, la aproximación de las artes al realismo llevó a representar las efigies con un naturalismo cada vez mayor. Es la primera muestra que se organiza en España dedicada monográficamente al retrato en el siglo XIX en todas sus manifestaciones y técnicas: pintura, escultura, medallística, miniatura, acuarela, dibujo, aguafuerte, litografía y fotografía. Esto es posible gracias a la riqueza y variedad de las colecciones del Museo Nacional del Prado».

En primer término, María Hahn, retratada por su esposo el pintor Raimundo Madrazo.

La exposición arranca con varios retratos de Francisco de Goya –la muestra tiene tres obras del pintor maño–, el de Fernando VII vestido de militar al gusto francés y en postura clásica, ataviado con sable, bicornio, condecoraciones y Toisón de Oro; y el curioso retrato del príncipe Luis de Borbón, un cuadro sin acabar a modo de estudio previo del personaje que formará parte del famoso lienzo ‘La familia de Carlos IV’. Con este cuadro descubrimos que Goya solía imprimir sus lienzos con un color anaranjado y sobre ese color, iba pintando. Este color de fondo daba a la obra más calidez. Este no será el único cuadro inacabado que veamos en la exposición.

En los retratos de dos de las cuatro mujeres que tuvo Fernando VII, María Josefa de Sajonia, obra del pintor Francisco Lacoma y Fontanet, y María Cristina de Borbón, de Luis de la Cruz, aprendemos sobre la moda del momento, tanto en ropa, joyas e incluso peinados –muy frecuente el peinado ‘a las tres potencias’, con tres moños–.

La sala II es una de las más emotivas de la muestra, porque está dedicada a la infancia. En este siglo XIX, se hizo muy popular representar a los niños –que son inocentes y no tienen maldad–, en contraposición a las numerosas guerras que acontecieron. Los niños aparecen tanto en el exterior como en el interior del hogar, normalmente vestidos a la moda, como los adultos –retrato de Leonardo Alienza, que nos recuerda al del príncipe Baltasar de Velázquez–. Son niños aristocráticos, marcados por los estereotipos de género –las niñas con juguetes y los niños visten como banqueros o militares–. Esto se aprecia en los cuadros de los hermanos Santaló, de José María Romero y López. Los retratos de interior también dan información acerca de la riqueza de estas familias, que cuentan en sus hogares con réplicas de lienzos de artistas como Murillo. En esta sala encontramos un cuadro de Joaquín Sorolla sin terminar, el de María de Figueroa vestida de menina. La niña era hija de Rodrigo de Figueroa y Torres, que encargó al maestro valenciano la obra, pero según parece el padre no pagó más dinero y Sorolla no terminó la obra –hay más casos como éste en la exposición–. Sea como fuere, el lienzo sin terminar nos permite observar la técnica del autor, con trazos rápidos, intuitivos e incluso, e incluso los chorreones de pintura.

Escultura de cerdo en campo de flores.

La sala III es la de las identidades femeninas. Aquí destacan retratos como el de Josefa Tudó con sus hijos, de José de Madrazo –aparece Pepita con sus dos hijos y un busto de su amante Godoy, todos ellos representados como si fueran seres mitológicos–; La señora de Delicado de Imaz, de Vicente López –un lienzo muy llamativo, puesto que la retratada tenía un problema de hormonas y lucía un hermoso bigote–; el de Saturnina Canaleta, de Federico de Madrazo –un retrato de fuerte contenido psicológico, nos habla con la mirada–; o el de María Hahn, esposa norteamericana de Raimundo Madrazo, que aparece pintada como si estuviera en Versalles. En este siglo, también estuvo muy de moda el exotismo, el mito del bandolero, de la gitana. El pintor Eduardo Rosales así lo recoge en su retrato ‘Ciociara’, que representa a una mujer campesina italiana.

La sala IV es la de los retratos masculinos. Aquí encontramos varios cuadros de Sorolla, tanto en formato vertical como horizontal: el de su amigo el doctor Joaquín Decref y Ruiz, un doctor muy popular en España; el del escritor de arte y director del Museo del Prado, Aureliano de Beruete y Moret, hijo. También figura el de Jaime Girona –que complementaba al de su mujer Saturnina Canaleta–, un retrato de Federico Madrazo, de gran realismo –más allá del halo divino que le pintó a su amigo–, donde llama la atención las transparencia de la pintura, las venas del retratado y guiños de cercanía como la solapa a medio sacar.

El famoso retrato de Goya, del escultor Mariano Benlliure.

La siguiente sala es una de las más llamativas, ya que está dedicada a la muerte. En el siglo XIX, la tasa de mortalidad infantil era muy alta y se hizo popular el género post mortem, que surgió en Inglaterra y se fue expandiendo. Inmortalizaban en cuadros a sus seres queridos para recordarlos –no toda la gente podía acceder a la fotografía, por aquel entonces era muy costoso–. En esta sala, destacamos la obra ‘Retrato mortuorio de un hijo de artista’ del pintor sevillano Manuel González Santos, donde aparece el bebé fallecido pintado en tonos pastel.

La sala VI contiene retratos de personajes destacados, como actores –Isidoro Márquez, obra de Goya– y artistas y autorretratos de pintores. En este siglo, el artista se eleva en condición social; se empiezan a relacionar con actores, escritores, políticos… Ganan importancia, de ahí que se retraten, como el pintor Manuel González, que acabamos de mencionar en el retrato mortuorio y que se pinta aquí como un artista. En esta sala, también destaca la escultura de Goya, de Mariano Benlliure, muy famosa por ser el galardón de los Premios Goya; el retrato colectivo de ‘Ventura de la Vega leyendo una obra en el Teatro del Príncipe’, obra de Antonio María Esquivel –en la que muchos de los actores y actrices aparecen sin definir, ya que Esquivel solo pintó a quien le pagó–; y el retrato de Elionor Glyn, de Philip Alexius Laszlo. Glyn fue una novelista británica it girl –joven atractiva e influyente–, una precursora de lo que hoy se denomina ‘influencer’.

Fotografía de la Pera.

En la última sala –dedicada a los estudios de los artistas–, encontramos la obra que se encuentra representada a modo de mural en el inicio de esta exposición: ‘Fantasía sobre fausto’, de Mariano Fortuny. Es un homenaje a la música y a su ejecución virtuosa, esta obra es fruto de la interpretación que Juan Bautista Pujol hizo de su Gran fantasía para piano basada en motivos de la ópera Fausto de Charles Gounod en el estudio del pintor Francisco Sans y Cabot. El mundo real se fusiona con ese mundo imaginario. Ciertamente muy onírico.

Almuerzo temático
Tras la visita comentada, tiene lugar la segunda parte de la actividad, el menú temático ‘Exposición XIX: El Siglo del Retrato’. Si la muestra os ha parecido un sueño, la comida no va a ser menos, con una degustación especialmente diseñada para esta exposición.

Este paseo gustativo arranca con la obra titulada ‘Retrato Pictórico de la Gamba’, un carpaccio de gamba, puntos de cremoso de aguacate, aliño de tinta de sepia, eneldo y alcaparras fritas. Se trata de un retrato pictórico de gamba en contexto extraordinario. Esta mixtura de ingredientes de mar y tierra juega con los colores y las texturas haciendo alusión a la versatilidad que permite el incluir al retratado en contextos poco comunes dentro de la obra pictórica.

El plato principal recibe el nombre de ‘Escultura de cerdo en campo de flores’, se trata de cerdo confitado a baja temperatura, sobre cremoso de boniato asado, chips de yuca y cebollitas glaseadas. En esta parte del recorrido, podremos reconocer la vinculación de las formas con la naturaleza de su emplazamiento, y cómo esta contextualización dio lugar a un movimiento con mayor libertad y expresión.

Y para terminar, el postre ‘Fotografía de la Pera’, con pera confitada en su jugo, crema moka, piel de lima y helado de mascarpone. Al igual que la mayoría de las esencias naturales comestibles, la esencia de vainilla se popularizó durante el siglo XIX, apareciendo en los libros de cocina por primera vez en el año 1805 e industrializándose 86 años después. Este postre hace referencia a la búsqueda de la fotografía por captar un movimiento, algo más allá de la imagen misma, la esencia de las cosas.

El menú incluye pan y una bebida. Y si te quedas con más ‘hambre’ de arte, siempre puedes volver a ver, a tu ritmo y sin prisa, la exposición ‘El siglo del retrato’ o entrar en las otras que están disponibles en CaixaForum Sevilla. Seguro que saciarás tu apetito cultural.