Según el Indicador Sintético de Actividad de Andalucía del Observatorio Económico de Andalucía, la economía andaluza experimentó un crecimiento intertrimestral del Producto Interior Bruto (PIB) del 0,1% en el tercer trimestre de 2022, una décima menos que el estimado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para el PIB español. Con esta tasa, el crecimiento interanual del indicador estimado para el segundo trimestre de 2022 es del 3,5%, tres décimas inferior al estimado en la Contabilidad Nacional Trimestral del INE para España.

Durante el tercer trimestre de 2022, el crecimiento económico andaluz ha sufrido una notable moderación en comparación con el segundo trimestre de 2022, que ha venido motivada, principalmente, por la aportación negativa del consumo de las familias y del comercio exterior de bienes y servicios, ex-cepto turismo. A pesar de que tanto en Europa como en los Estados Unidos la evolución de sus res-pectivas economías ha sido mejor de lo que se esperaba inicialmente, estas han mostrado una clara evolución a la baja desde la primera mitad de año, en concreto la primera. Así, si para el segundo trimestre de 2022 el crecimiento estimado para el conjunto de la Unión Europea era del 0,8 %, en el tercero se veía rebajado al 0,2%, lo que de manera evidente ha influido en la evolución de las cifras de exportación regionales. A este dato habría que añadir la importante moderación del crecimiento de España (desde un 1,5% hasta un 0,2%), lo que igualmente ha afectado a la actividad andaluza. En cuanto al consumo de las familias, por un lado, la erosión de las rentas reales por la inflación y, en segundo lugar, un más que probable agotamiento del efecto desembolsamiento de los ahorros, han podido explicar su evolución. Sin embargo, la buena marcha del mercado de trabajo podría haber ser-vido de contención de los efectos anteriores, evitando una mayor contracción del gasto de los hogares.

Sin embargo, otros componentes del cuadro macroeconómico andaluz parecen haber sostenido mejor de lo esperado su crecimiento. Este es el caso de la actividad industrial, algunos servicios asociados a las nuevas tecnologías, la educación y la sanidad, así como la inversión, que siguen mostrando aún cierta dinámica positiva. A esto habría que añadir, un trimestre más, la aportación claramente positiva del turismo, que ha continuado su recuperación durante buena parte del verano, a pesar de un inicio en el mes de julio lleno de dudas.

Inflación y salarios
A pesar de la moderación de los precios desde el verano, es evidente que la inflación y su crecimiento en el último año es una de las principales causas de la reducción del ritmo de crecimiento de la activi-dad económica en el mundo. El importante aumento de los precios en el último año ha erosionado la capacidad de gasto de las familias y de inversión de las empresas, así como ha endurecido las condi-ciones financieras, lo que ha tenido y tendrá un claro efecto sobre la evolución futura de estos agregados.

Sin embargo, no es menos cierto que tanto en España como en Andalucía, la evolución de los precios ha sufrido una cierta moderación durante los dos últimos meses del verano y del inicio del otoño. Todo parece indicar que buena parte del aumento de los precios relativos de la energía y de ciertas materias primas ya ha sido absorbido, aunque los aumentos en el resto de los precios siguen siendo superiores a los de las últimas décadas. También se puede destacar que este menor impulso ha sido debido en buena parte a la introducción del tope al gas, lo que ha supuesto un ahorro nada despreciable para los bolsillos de los andaluces. En consecuencia, la inflación en el mes de octubre cayó hasta el 7,3%, desde el 8,9% del mes anterior para España y hasta el 7,7 % desde el 9,2 %, en Andalucía.

La principal explicación del mantenimiento de la diferencia entre la inflación andaluza respecto a la española reside en la diferente composición de sus respectivas cestas de la compra, más orientada en el caso regional hacia bienes cuyos precios han crecido más, como son los de energía y alimentos. Precisamente, la mayor relevancia de determinados bienes como son los alimentos provoca que en buena parte en Andalucía la inflación subyacente haya seguido aumentando en tasa interanual, aunque se observe una clara moderación en tasas intermensuales al igual que en España. Así, mientras en octubre la subyacente permanecía estable en el conjunto nacional (6,2%) en Andalucía seguía aumen-tando (6,8%).

La moderación de la inflación no resulta sorprendente dado que aún no se ha detectado la existencia de efectos de segunda ronda, como indica el crecimiento salarial, a tasas significativamente inferiores a la de los precios. Según datos del Ministerio de Trabajo y Economía Social los salarios pactados en convenio hasta octubre aumentaron en Andalucía un 2,72%, por un 2,67% en España. Dado que habíamos asistido a picos de inflación en Andalucía del 11,2% en julio, podemos decir que, para entonces, la pérdida de poder adquisitivo supondría al menos entre un 8 y un 9%.

El mercado de trabajo
Durante el tercer trimestre de 2022, el mercado de trabajo en Andalucía siguió experimentado una evolución aparentemente desconectada de la actividad productiva. Así, mientras los indicadores aso-ciados a la producción, gasto o inversión señalan un debilitamiento desde hace algunos meses, los asociados al mercado de trabajo mantienen una cierta resistencia a la baja. Sin embargo, hay que incidir en que los diferentes indicadores del mercado de trabajo mostraron comportamientos dispares. Las causas de de la disparidad son variadas, y no todas conocidas, pero parece que estamos experimentando las consecuencias del reajuste en los parámetros que lo definen (como tipos de contratos, horas traba-jadas por contrato, etc.), así como de la nueva regulación que obliga a realizar una lectura prudente de los mismos.

Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) en términos intertrimestrales, la ocupación aumentó un exiguo 0,06% frente al 0,4% nacional, aunque esta evolución está muy influenciada por la estacionalidad, siendo normalmente el tercer trimestre de cada año negativo en términos de creación de empleo. En cualquier caso, este dato intertrimestral es el mejor de un tercer trimestre en los últimos siete años, si no consideramos 2020 y 2021. De este modo, la evolución de la ocupación en términos interanuales seguía siendo muy positiva, con crecimientos del 4,1% para Andalucía frente al 2,5% nacional.

La evolución de la ocupación tuvo también reflejo en el desempleo. A pesar de que el número de personas desempleadas aumentara en 15.000 personas en el tercer trimestre, dicho aumento, habitual de nuevo durante estos meses, se encuentra en la banda baja para un tercer trimestre, al menos desde 2011. En términos interanuales, la caída del desempleo fue de 141.000 personas, frente a los 115.000 del segundo trimestre. Estas cifras contrastan con las nacionales, para las cuales tenemos un similar crecimiento intertrimestral, pero con un debilitamiento en el ritmo de destrucción de desempleo.

Los datos de afiliación, sin embargo, muestran una dinámica algo diferente. En primer lugar, el número de afiliados medios en Andalucía para el tercer trimestre fue de 3.264.378, casi 40.000 menos que en el trimestre anterior. Mientras, en España el número de afiliados fue 20.224.084, algo más de 24.000 que en el trimestre anterior. En consecuencia, la tasa de crecimiento intertrimestral en Andalucía de los afiliados medios fue de -1,2% mientras que en España era del 0,1%. En términos intertrimestrales las tasas fueron del 3,2 % para Andalucía y del 3,5%.

La aparente contradicción de las cifras de empleo dificulta el análisis de la evolución del mercado de trabajo. En todo caso, su evolución en estos meses está marcada por varias explicaciones que enten-demos relevantes. En primer lugar, la extensión de los efectos positivos de una campaña de verano prácticamente plena durante el año 2022. En segundo lugar, una vez más, el impulso de actividad de ciertos sectores, inicialmente la construcción, pero sobre todo los servicios a las empresas. Finalmente, y en último lugar, no podemos descartar un posible efecto de la reforma laboral, en tanto que ha podido modificar las dinámicas de contratación, en especial ante la estacionalidad, lo que ha influido en la evolución de la afiliación.

Por secciones de actividad debemos destacar el muy buen comportamiento de las afiliaciones en ‘informática y comunicaciones’, que lleva acumulado en el último año un aumento del 11,7% de afilia-dos, y los de educación y sanidad, con aumentos medios del 5% en el último año. En cuanto a aumen-tos del último trimestre, además de los anteriores, hay que destacar la industria y la agricultura. Por el contrario, el resto de las secciones de actividad disponían en el último día del tercer trimestre menos afiliados que en el del segundo trimestre.

Por el lado de la demanda
La mayor debilidad de la actividad económica, la caída de las exportaciones y de la renta en términos reales está profundamente relacionada con la evolución de algunos de los componentes de la demanda. Todos los factores que explicarán la evolución de la demanda en el trimestre anterior han sufrido un debilitamiento, con claros efectos sobre el consumo privado.

Así, el índice del comercio al por menor, que durante el segundo trimestre aumentó a ritmos superiores al 3%, en el tercer trimestre muestra registros claramente negativos (-2,8% a precios constantes) e inferiores a la media española. Esta caída es generalizada, tanto si se consideran solo el consumo de alimentación o el del resto como si, además, descontamos las estaciones de servicios. Así, en términos deflactados y corregido de calendario, en tasas interanuales el índice de comercio al por menor cayó un 2,7%, -4,7% sin estaciones de servicios. Para alimentos la caída fue del 2,9% y del resto sin estaciones de servicios, del 5%. Como podemos observar son ajustes relevantes que muestran una clara debilidad del consumo privado a las puertas del último trimestre de 2022. De igual modo, otros indicadores como son el índice de ventas de grandes superficies y la matriculación de vehículos muestran también un consumo en contracción.

Este peor comportamiento del consumo de las familias tiene una cierta compensación por el lado de los no residentes. Todos los indicadores del turismo siguieron mostrando mejoría a lo largo de los meses del verano, con aumentos significativos en pernoctaciones, estancias y gasto medio. Todas estas cifras son inferiores a la media nacional, pero una vez más esto se explica por el importante aumento experimentado por algunas regiones donde el turismo es una actividad mucho más relevante.

En cuanto a la inversión, una vez más los indicadores muestran señales contradictorias. Mientras los asociados a la edificación, como son las viviendas iniciadas y la afiliación al sector de la construcción se han visto reducidos durante el tercer trimestre, así como los datos de inversión extranjera (indicador que hay que leer con prudencia dada su enorme volatilidad), los indicadores de inversión en bienes de equipo muestran una evolución más positiva, como es el caso del índice de producción industrial o la matriculación de vehículos industriales.

Finalmente, el sector exterior ha sufrido directamente las consecuencias de la coyuntura económica y geopolítica trasladando un claro deterioro de una balanza comercial que tan buena evolución había demostrado desde el final de la pandemia. Por un lado, las importaciones, en términos nominales, aumentaron a un ritmo del 6% durante los meses de julio y agosto comparados con la media del trimestre anterior. En términos reales lo hicieron en un 6,7%. Mientras, las exportaciones cayeron al 17,9% en cifras nominales, un 18,2% en términos reales. Por lo tanto, es evidente que, con la información disponible del tercer trimestre, el sector exterior ha dejado de aportar crecimiento a la economía andaluza.

Respecto a las exportaciones, la caída es prácticamente común a todas las rúbricas que la componen, salvo en otros bienes de capital y consumo. Sin embargo, la contracción es especialmente importante en las exportaciones de alimentos, bebidas y tabaco o productos de la agricultura, ganadería y pesca. Una posible explicación de esta caída, además de un posible efecto precio sobre la demanda internacional de estos productos, podría ser consecuencia de la sequía. Respecto a la energía, y en un entorno de estabilización de los precios energéticos en niveles elevados, las exportaciones cayeron un 3,8% en términos nominales, mientras aumentaban en un 9,8% las importaciones.

Por el lado de la oferta
La industria sigue mostrando un comportamiento sólido, sorprendentemente a pesar de los golpes que la coyuntura internacional sigue causando. El aumento de la producción industrial ha sido especialmente importante en bienes de consumo duradero, mientras que en el resto de los bienes de consumo el crecimiento ha sido nulo. La producción de bienes de equipo e intermedios ha mostrado una contracción durante los meses del verano. Finalmente, la energía aporta crecimiento, incluso en términos reales, con aumentos del 29,8% interanual. En cuanto a la construcción, los indicadores muestran una tendencia negativa durante los meses de julio y agosto. Los datos de afiliación del sector muestran un aumento interanual superior al 5%, pero intertrimestral negativo, con una caída de unas siete décimas.

En cuanto a los servicios, los indicadores agregados hasta el mes de agosto apuntan a un aumento del VAB del sector, aunque a ritmos muy inferiores al experimentado en meses anteriores, pero mientras la evolución de las actividades asociadas a la hostelería, al transporte, al comercio o a la informática y comunicaciones muestran ritmos de avances aún importantes, el resto de actividades experimenta claros ajustes.

Previsiones
La caída del ritmo de crecimiento de la actividad que experimentará la economía andaluza está profundamente ligada al de un escenario previsible para la economía mundial igualmente débil, si no negativo. Las razones son de sobra conocidas, pero es necesario destacar las ya conocidas tensiones geopolíticas internacionales, con la guerra de Ucrania destacando entre estas, así como los aún elevados precios de la energía y que, a pesar de su moderación en septiembre y octubre, amenazan el crecimiento de 2023. A esto hay que sumar, derivado de lo anterior, la inflación generalizada y el más que previsible endurecimiento de la política monetaria hasta bien entrado el nuevo año. Como consecuencia de todo ello, la dinámica de crecimiento de la economía mundial en 2022 se ha ido debilitando a lo largo de los meses centrales del año, del mismo modo en el que se han ido reduciendo las previsiones para 2023.

Como comentamos en el anterior informe, la inflación es posiblemente el factor más perturbador, ya que es previsible que se mantenga en niveles elevados hasta final de 2022 y buena parte de 2023. Aunque las causas de la inflación pueden concentrarse en unas pocas conocidas, como el shock energético, los cuellos de botella originados por la salida de la pandemia y el desembolsamiento del ahorro acumulado durante los meses de restricciones de actividad, está siendo más intensa y persistente de lo que se creía en un inicio. Así, la mayoría de los países de la OCDE y de la Unión Monetaria aún siguen experimentando subidas en la tasa de inflación, con la excepción de España donde el aumento de los precios se está moderando. Por todo ello, es de esperar que el endurecimiento de la política monetaria continúe en los próximos meses, dado el compromiso destacado por los bancos centrales de evitar la aparición de posibles efectos de segunda ronda, lo que sin duda afectará al crecimiento económico.

Este efecto en el crecimiento se canalizará, en primer lugar, a través del encarecimiento de la financiación de la inversión. En segundo lugar, también aumentará la inseguridad sobre la intensidad de la subida de tipos y la duda de si dicha política monetaria será suficiente para reducir la inflación al objetivo declarado por los bancos centrales. En tercer lugar, este mismo endurecimiento está afectando, y afectará, a la volatilidad de los mercados financieros. Finalmente, no debemos menospreciar su efecto en una política fiscal que tendrá que dedicar más recursos al abono de los intereses de la deuda. Toda esta incertidumbre se une a la de la evolución de la guerra en Ucrania, que condicionará la evo-lución de la actividad productiva durante 2023, especialmente en Europa.

Este efecto ya se deja notar en algunos indicadores adelantados, como es el índice PMI de actividad manufacturera, que, en sus datos más recientes, nos muestra un claro deterioro de las previsiones de compra de grandes empresas intensificándose desde el mes de agosto y en terreno negativo en los países europeos contemplados. Sin embargo, la evolución de este mismo indicador para EE.UU. dibuja un perfil neutro, quedando sus valores de octubre en el límite de la estabilidad.

Como consecuencia de todo lo anterior, las instituciones internacionales están revisando a la baja las anteriores previsiones. El FMI, en la última revisión realizada a mediados de octubre decidió mante-ner el crecimiento previsto para 2022 (3,2%) para el mundo, aunque rebajó dos décimas, hasta el 2,7%, la de 2023. Por su parte, la OCDE en sus últimas previsiones publicadas el día 22 de este mes, mejoraba en 0,1 punto las previsiones mundiales para 2002 (hasta el 3,1%) y mantenía estable la previsión del 2,2% para 2023, aunque reduciéndose en España (-0,2%), Canadá, Italia o China.

En Europa, mientras el Banco Central Europeo no ha modificado aún sus últimas previsiones de primeros de septiembre, pero sí hemos conocido en estas últimas semanas las nuevas realizadas por la Comisión Europea, que rebaja la tasa de crecimiento para el conjunto de la Unión hasta al 0,3% para 2023, mejorando sin embargo, ligeramente la previsión para 2022, desde el 2,7 % anterior hasta el 3,3 % en la revisión de octubre, gracias a un mayor crecimiento del esperado en el tercer trimestre y una revisión positiva en el segundo.

Bajo este escenario, la previsión de crecimiento de la economía española no es tan negativa. Por un lado, el buen comportamiento del segundo trimestre y cuya revisión por el Instituto Nacional de Estadística (INE) elevó el crecimiento en cuatro décimas (+1,5%) y un relativo buen tercer trimestre, que acabó con un crecimiento débil del 0,2% pero mejor de lo esperado, ha elevado la previsión de crecimiento de la economía española para este año 2022. Así, según datos del Banco de España, nuestro país acabará este curso con un crecimiento medio del 4,5%, dos décimas menos que la prevista por la OCDE, pero similar a la que espera la Comisión Europea para nuestro país y una décima más que la prevista por la Airef y por el gobierno de España. Sin embargo, el deterioro antes mostrado en indica-dores como el del PMI, y las previsiones de un año 2023 donde aún será necesario reforzar la subida de tipos para terminar por moderar la inflación, auguran un crecimiento mucho más débil de lo que se esperaba antes del verano. De hecho, estimaciones adelantadas del PIB español auguran una posible contracción de este en los próximos trimestres, algo más probable en el primero de 2023 que en el último de 2022, y con una lenta pero positiva recuperación a partir de la primavera del año que viene. Es por esta razón que tanto el Banco de España como la autoridad independiente Airef estiman un crecimiento cercano al punto y medio para 2023, algo más optimista que el previsto recientemente por la Comisión Europea y la OCDE (1% y 1,3%, respectivamente), aunque claramente inferior al previsto por el gobierno de España, que sitúa su previsión en el 2,1%.

Todo ello lleva a que Andalucía afronte necesariamente una revisión de su crecimiento para lo que resta del año y para 2023. Mientras se espera que 2022 acabe con un crecimiento ligeramente superior al estimado en el segundo trimestre, no es el caso para el año que entra en pocas semanas. Esta evolución esperada para entonces estará en línea con lo que se prevé para España, es decir, una dinámica desaceleradora de la actividad económica intensificada por las previsibles medidas restrictivas de la política monetaria y que podría provocar una contracción en el primer trimestre de 2023, aunque esta no debería extenderse más allá de la primavera siempre y cuando no se produzca un recrudecimiento de la guerra de Ucrania ni las condiciones climatológicas del invierno provoquen restricciones y enca-recimientos energéticos.

Las características de la economía andaluza pueden hacerla más vulnerable a dicha probable contracción económica. Una mayor dependencia a la actividad productiva exterior, asociada al turismo y a las exportaciones, en concreto las energéticas, condicionarán la evolución del sector exterior, así como el consumo, más orientado hacia una cesta de bienes que, como hemos visto, está más afectado por la evolución de los precios energéticos y de alimentos. A esto no ayudará la secular peor estructura del mercado de trabajo (mayor peso de la temporalidad, empleos de menor valor añadido asociados a sectores con menor resiliencia), lo que de nuevo podrá afectar a la evolución del gasto de las familias si la evolución del empleo se deteriora. A esto debemos sumar la sequía cuyos efectos ya evidentes se extenderán de momento hasta principios de año. Finalmente, la inversión, que ha dado muestras de un buen ritmo de crecimiento durante este año, se espera que pueda ser la componente de la demanda que termine compensando, en parte, una posible evolución negativa del resto. En la evolución de este agre-gado jugará un importante papel el ritmo de ejecución de los fondos europeos.

En conclusión, el buen comportamiento del tercer trimestre de 2022 y la revisión estadística realizada por el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía para el resto de los trimestres de 2022 nos lleva a revisar al alza el crecimiento para el año en curso desde el 3,8% hasta el 4,3%. Sin embargo, por todas las consideraciones anteriores, se reduce la estimación del crecimiento económico regional para 2023 desde el 2% estimado en el segundo trimestre hasta el 1,1%, cifra que permitirá mantener el nivel de empleo.