‘En la punta de la lengua’ es un espectáculo, en clave de comedia, que nos va adentrar por los caminos del cerebro humano para tratar el universo de la memoria y la desmemoria. Un examen de conciencia acerca de nuestra vida, alcanzados los 50 años de edad, y a esa incertidumbre de lo que nos ha de venir.

‘En la punta de la lengua’ es un paseo en el que el personaje recorre entre neuras y neuronas los distintos tipos de memoria. Un encuentro a través de expresiones populares que nos trae el recuerdo y cuanto en él nos viene a la misma, empatizando con todas las cortezas cerebrales existente en el caos del cosmos.

‘En la punta de la lengua’ son esas neuronas que no localizamos en ninguno de los sentidos que probemos y se queda justamente ahí, a punto de salir, al abrirse el telón.

En definitiva y, como la vida misma, ‘En la punta de la lengua’ es un viaje a corto plazo que quedará en la memoria de todos a largo plazo.

Sinopsis
Podría contaros mucho acerca de mi vida… Pero no me acuerdo. No de todo. Podría callar lo que nunca quise que supieran… Pero no logro olvidarlo. Podría exponerme hablando acerca de lo que vosotros, vosotras, me pidáis. Eso es; Un espectáculo a gusto del consumidor, pero, de pronto… El cerebro me aprisiona, mis pupilas centellean como si todo recuerdo saltara a la vista, los oídos me chirrían, las aletas de mi nariz se dilatan bateando tal que quisieran decirme algo, el sudor brota por los poros de cada unos de mis cinco dedos y, cuando me doy cuenta, todo lo tengo en la punta de la lengua y nada en la cabeza. Así que voy a hacer memoria para poder decir algo… Sí… Eh… ¿Qué estaba diciendo? Voy a hacer memoria. Y, así, uno tras otro tiempo de reloj lo paso presionando fuerte mi cerebro que sujeto con mis manos, os invito a que me acompañéis en este camino y, sonrío, sonrío y sonreís conmigo porque al menos no hemos perdido la cabeza.

Desde el actor
Partiendo de mis 50 años de existencia, entré al tiempo en el dilema acerca de cómo sería la prolongación de mi vida desde ese instante en el que inspiras para apagar el 5… y el 0; la mitad avezada a nuestra mente, y el comienzo. ¿O final? La realidad es que esos dos números no son, como nos conforman creer, el hemisferio de ese respirar que nos mantiene despiertos sino, de manera fluctuante, tal vez y con fortuna, un 75% de todo ello. De pronto, y creado por mi propia psique, pasé de una dominante angustia a ese sosiego resignado de saber que tampoco había transitado por este mundo con más pena que gloria (sonrío sarcásticamente y me digo a mí mismo: «50%») Si llega mi fin, y aunque lo único que tenga claro es que me iré riendo aun regalando sollozo al segundo previo, podré declarar que he vivido intensamente… con toda su materia; la risa y el llanto. Tras ello, pasé por el rumiar que todos masticamos en alguna ocasión sobre cómo envejecería e, incluso, cómo moriría, no tanto en forma sino en estado. Y, justo ahí, fue cuando tuve la dicha, para mí o aún no sé y me pregunto si para la otra parte, de tratar con una persona alzheimica que me llevó a pensar en ese posible final, término, desenlace, conclusión… de abandonar semejante y continuo discurrir. Según fui adentrándome en comunicación con ella… Sí, comunicación con su personal y privativo universo, observando su propio observar, regresé al origen de una nueva cuestión que me llenó de interrogantes sin cerrar. «¡Maldita sea mi testa que todo empieza, a mi pesar, a rimar en ella!» ¿Qué distingue al individuo con memoria y sin ella, qué nos aleja del uno al otro, a qué recóndito rincón de su cerebro fue a parar un día, señora, señores… tanto vivido, amado, sentido, tantos hechos criados y creados? Y sentí ser yo quien estaba perdiendo la cabeza. Pero no… No fui yo quien encontré respuesta, que puede ni la tenga, a tantos siglos investigados acerca de la pus de la materia. «La ignorancia hace osado al desconocedor», manifesté siempre. (Vuelvo a sonreír sarcásticamente para mí mismo y…) Nació este espectáculo; con clave de comedia y notas sonantes a drama carcajeados.

Desde la directora
Y, ahora, he de hablar yo… (Silencio) De acuerdo… Vamos a hacer memoria. Dirijo mi mirada al rincón más recóndito de mi cerebro; el de las ideas… ¿O me estoy desviando al corazón? Sí, puede que tenga un corazón colocado en cada parte de mi cuerpo e, incluso, un cerebro en mi centro, pero… de eso precisamente trata, señoras y señores, la memoria; de las emociones. Y ¿qué alimenta a las emociones? Los sentidos. Vista, oído, gusto, tacto, olfato… Todo empieza a mermar y, sin embargo, yo, aún tengo el gusto de ahondar para contar, contar y contar…. no sólo aquello por lo que un día me mordí la lengua y, sintiéndolo mucho, mordaz y contradictoriamente me supo a poco sino que, hasta de todo eso que se me quedó en la punta de la lengua, sería capaz. Sí… Gozo de una gran memoria, pero, cuando un día se esfumó por un pellizco retorcido de emociones…, entendí que la rendiría quedando todo en un llamado lapsus temporal. 1, 2, 3, 5, 10, 20, 25, 30, 40,… ¿Tendrá alguna carga de conciencia la edad en todo esto? Observo a mi pareja y aprecio sus olvidos que reconozco, él, va acompañado de los años pero no a ello lo acompañan los años. Impresiones… ¡Qué emocionante sería…! ¿No? Y aquí me encuentro… Con lo que queremos olvidar, lo que no logramos recordar y lo que, como un tesoro guardamos en ese baúl de recuerdos llamado cerebro, con temor a que algún día se nos olvide hasta la primera palabra; mamá. Es, entonces, cuando echamos la llave para abrirla en el momento menos esperado…

Pongo la mente en blanco y… nos vamos a OSCURO. ¡Que se levante el telón del cerebro y comience el espectáculo!

Ficha técnica y artística
• Dirección: Ana Cristina Leal
• Actor: Julio Fraga
• Guión: Julio Fraga y Ana Cristina Leal
• Diseño de Iluminación: Manuel Colchero
• Fotografía: Luis Castilla
• Diseño grafico: El Segnor 3
• Escenografía: Espacio Muerto soluciones escénicas