
El Observatorio Económico de Andalucía (OEA) ha proyectado un crecimiento del 2,4% para 2025 en la región, en línea con las previsiones para la economía española, manteniendo así este año un claro diferencial positivo de crecimiento respecto a la media europea.
Esta previsión forma parte del informe ‘Economía Andaluza. 4º Trimestre de 2024’, que han presentado el presidente del OEA, Francisco Ferraro, y el profesor de Economía Aplicada de la UPO Manuel Alejandro Hidalgo, y que señala que “se sustenta en la diversificación de su estructura productiva, la competitividad de sectores exportadores, y el dinamismo de turismo y servicios”.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Comercio de Sevilla, Francisco Herrero, ha apuntado que “Andalucía y Sevilla, con su enorme potencial, siguen sorteando con éxito los retos que se plantean en un contexto económico global”. También que “la confianza de nuestras empresas es positiva, pero muchos sectores están preocupados por el impacto de la política de imposición arancelaria de Trump, además de la reducción de la jornada o la subida del SMI”.
Estimación del crecimiento 4º trimestre
Según la estimación del OEA correspondiente al cuarto trimestre de 2024, la economía andaluza experimentó un crecimiento del 0,9% respecto al trimestre anterior, similar al crecimiento del tercer trimestre y una décima superior al registrado por el conjunto nacional.
Con este dato, la tasa interanual de crecimiento se situaría en el 3,8%, tres décimas más que para la economía española y dos décimas por encima de la registrada en el tercer trimestre de 2024. Esta evolución confirma,un trimestre más, la tendencia positiva de la actividad económica en Andalucía, que mantiene un ritmo de crecimiento sólido y sostenido durante los últimos cuatro trimestres.
La economía española mantiene un dinamismo notable que la distingue del resto de economías europeas. El último trimestre de 2024 cerró con un crecimiento del 0,8% trimestral (3,5% interanual), superando nuevamente las expectativas y marcando una diferencia sustancial con la eurozona. Los indicadores disponibles sugieren que este dinamismo podría mantenerse en el primer trimestre de 2025, con previsiones de crecimiento entre el 0,6% y el 0,8% trimestral.
La economía mundial se encuentra en una senda de crecimiento estable pero modesto, con proyecciones del FMI y la OCDE que sitúan el crecimiento global en el 3,3% para 2025 y 2026. Si bien esto supone una ligera mejora respecto a las previsiones previas del 3,2%, el crecimiento sigue estando significativamente por debajo del promedio histórico del 3,7% observado en el periodo 2000-2019.
Estimación del crecimiento
Según la estimación del Indicador Sintético de Actividad de Andalucía del Observatorio Económico de Andalucía (IOEA) correspondiente al cuarto trimestre de 2024, la economía andaluza experimentó un crecimiento del 0,9 % respecto al trimestre anterior, similar al crecimiento del tercer trimestre y una décima superior al registrado por el conjunto nacional. Con este dato, la tasa interanual de crecimiento se situaría en el3,8%, tres décimas más que para la economía española y dos décimas por encima de la registrada en el tercer trimestre de 2024. Esta evolución confirma, un trimestre más, la tendencia positiva de la actividad económica en Andalucía, que mantiene un ritmo de crecimiento sólido y sostenido durante los últimos cuatro trimestres.
Así, y para el conjunto de 2024, el PIB andaluz habría crecido un 3,2%, mismo crecimiento que la media española, pero superior al crecimiento registrado en 2023, que se situó en el 2,3%.
Los precios en Andalucía cerraron 2024 con señales mixtas. Al finalizar diciembre (al tiempo de escribir este informe aún no se disponía de los datos regionales para el mes de enero), el IPC marcó un avance del 2,7% interanual, prácticamente alineado con el 2,8% del conjunto de España. Aunque estas cifras evidencian cierto control en la evolución de precios respecto a periodos anteriores de mayor tensión inflacionista, los niveles actuales siguen superando los objetivos deseados por las autoridades monetarias.
Al examinar el núcleo más estable de los precios -la inflación subyacente- ésta se sitúa en Andalucía en diciembre, en el 2,4%, mostrándose favorablemente por debajo del registro nacional del 2,6%. Esta convergencia entre el índice general y el subyacente señala una dinámica más equilibrada en la formación de precios, si bien ambos indicadores se mantienen por encima de la zona de confort del 2% establecida por el BCE. No obstante, la evolución de los precios energéticos desde el pasado mes octubre evidencia un posible repunte de la inflación en enero y febrero, muy por encima de la subyacente. Sin embargo, si sucede tal y como se espera, esto se corregirá en los meses previos al verano.
Un análisis detallado por categorías revela avances positivos en el componente alimentario. El encarecimiento de alimentos y bebidas no alcohólicas se contuvo hasta el 1,4% interanual en diciembre, marcando una favorable diferencia respecto al 1,8% nacional. Este dato cobra especial relevancia considerando el impacto crucial de este gasto en las economías familiares andaluzas, particularmente en los hogares de menores ingresos. La mejora en las condiciones meteorológicas y la estabilización de costes productivos han contribuido a este alivio en los precios de la alimentación.
El mercado inmobiliario andaluz mantiene su propio ritmo. Los precios de la vivienda libre registraron un incremento del 6,4% interanual en el tercer trimestre, levemente por encima del 6,0% nacional. Este dinamismo controlado sugiere un mercado activo, pero sin los excesos observados en otras regiones. No obstante, la evolución de estos precios es preocupante, dada su tendencia creciente de los últimos años.
El sector turístico evidencia una fase de ajuste en sus precios tras el alza de temporadas previas. Los establecimientos hoteleros moderaron sus tarifas, con un índice de precios que creció un 3,4% en diciembre. La tarifa media diaria se situó en 101,9 euros, representando un aumento del 5,0%, mientras que los ingresos por habitación disponible alcanzaron los 48,8 euros, con un modesto incremento del 2,0%. Estos indicadores sugieren una normalización del sector tras un período de extraordinario dinamismo.
En el frente salarial, los convenios colectivos en Andalucía establecieron aumentos del 2,9% hasta diciembre, ligeramente inferiores al 3,1% nacional. Este ritmo de crecimiento salarial, al compararse con la evolución de precios, permite a los trabajadores andaluces mantener su capacidad adquisitiva en términos generales. Sin embargo, la realidad muestra importantes disparidades según el sector económico y la categoría profesional, creando un mapa heterogéneo en la evolución real de los ingresos laborales.
El mercado de trabajo
El mercado laboral andaluz ha mostrado una evolución dispar durante el cuarto trimestre de 2024, combinando datos de ocupación EPA con cifras de afiliación a la Seguridad Social. Según los datos de la EPA, Andalucía alcanzó un total de 3.488.500 ocupados, lo que supone una caída de 14.900 personas respecto al trimestre anterior (-0,4%), aunque mantiene un sólido crecimiento interanual del 2,5%.
Por grandes sectores, la EPA muestra que los servicios experimentaron una contracción de 65.900 empleos en el trimestre, situándose en 2.665.200 ocupados, aunque mantiene un crecimiento interanual del 3,0%. Este comportamiento se refleja también en los datos de afiliación, que muestran un aumento del 3,0% interanual en el sector servicios. Es particularmente relevante que las afiliaciones en el sector servicios aumentaron en 71.653 personas en el último año, evidenciando la fortaleza estructural del sector pese a la volatilidad trimestral.
La industria mostró una evolución positiva tanto en EPA como en afiliación. En términos EPA se crearon 11.400 empleos en el trimestre, alcanzando los 323.400 ocupados, con un crecimiento interanual del 2,4%. Los datos de afiliación confirman esta tendencia, mostrando un incremento del 2,6% interanual, con 6.894 nuevas afiliaciones en el sector.
El sector de la construcción registró según la EPA una contracción trimestral de 1.300 empleos, aunque mantiene un significativo crecimiento interanual del 5,2%, alcanzando los 247.000 ocupados. Los datos de afiliación respaldan esta tendencia positiva con un crecimiento del 2,1% interanual, sumando 4.680 nuevas afiliaciones.
Finalmente, el sector agrícola mostró un comportamiento positivo en el trimestre según la EPA, con un aumento de 41.000 empleos, aunque en términos interanuales registra una caída del 4,2%. Los datos de afiliación son más favorables, con un incremento interanual del 4,9% y 24.733 nuevas afiliaciones, lo que sugiere una mejora en la formalización del empleo en el sector.
Por el lado de la demanda
La demanda interna mantuvo su papel impulsor del crecimiento durante el cuarto trimestre de 2024, aunque con señales mixtas entre sus componentes. Los datos disponibles muestran que el consumo privado continúa siendo el principal soporte de la actividad, mientras que la inversión presenta una evolución más dispar.
El consumo privado muestra un comportamiento positivo, como refleja el índice de comercio al por menor, que registró un incremento del 3,0% interanual en diciembre, superando significativamente el 1,1% nacional. Las ventas en grandes superficies también mantienen un tono positivo, con un crecimiento del 2,5% interanual, por encima del comportamiento nacional que registró una caída del 2,1%.
La evolución de las matriculaciones de turismos confirma la recuperación del consumo de bienes duraderos, con un incremento del 17,1% interanual en diciembre, aunque por debajo del dinamismo nacional (28,6%). Esta evolución sugiere que, pese a la mejora, el mercado andaluz del automóvil mantiene todavía cierto recorrido de recuperación. Los datos de afiliación muestran que las empresas del sector comercio y reparación de vehículos mantienen un tono positivo, lo que respalda esta tendencia general del sector.
El consumo de servicios turísticos muestra señales de moderación al cierre del año. Los datos de diciembre indican una caída del 5,6% interanual en el número de viajeros en establecimientos hoteleros, mientras que a nivel nacional la caída fue más moderada (-0,5%). Las pernoctaciones también registraron un descenso del 4,7% en Andalucía, contrastando con el ligero incremento nacional del 0,7%. El grado de ocupación hotelera se situó en el 41,2%, por debajo de la media nacional (49,0%), aunque estas cifras están influidas por factores estacionales.
En cuanto a la inversión empresarial, esta presenta signos dispares. La inversión en construcción no residencial muestra una significativa contracción, con una caída del 83,1% interanual en octubre en la superficie a construir según visados para uso no residencial, en contraste con el crecimiento nacional del 2,5%, aunque estos datos sufren de una enorme volatilidad por lo que tales cifras deben ser -consideradas con cautela. Los indicadores de inversión en bienes de equipo muestran un comportamiento más favorable, con un incremento del 2,3% en la producción industrial de estos bienes.
En el ámbito del comercio exterior, los últimos datos disponibles de noviembre muestran una caída de las exportaciones del 7,6% interanual, mientras que las importaciones se redujeron un 4,9%, cifras que, sin embargo, pueden estar muy condicionadas por la evolución de los precios, como puede ser el caso de las exportaciones. No obstante, se puede señalar que esta evolución del sector exterior está condicionada por la moderación del comercio internacional y la situación económica de los principales socios comerciales, en concreto los de Europa.
En cuanto a la política fiscal, esta mostró una significativa corrección respecto al carácter expansivo de 2023 en Andalucía. Mientras que en 2023 el crecimiento del gasto se situó cerca del 14% con un déficit superior a 2.000 millones de euros, en 2024 se alcanzó el equilibrio presupuestario e incluso un ligero superávit. Esta mejora se sustentó principalmente en el crecimiento de los ingresos del sistema de financiación, cercano al 20%, mientras que el crecimiento del gasto se contuvo por debajo del 5%. Así pues, y por esta razón, la aportación del consumo público no ha sido tan relevante durante este año pasado, hecho que se extendió hasta el cuarto trimestre.
Por el lado de la oferta
El panorama sectorial durante el cuarto trimestre de 2024 muestra comportamientos diferenciados entre sectores, reflejando sus distintas capacidades de adaptación al entorno económico actual y las transformaciones estructurales en curso.
En primer lugar, el sector industrial presenta señales de recuperación moderada. El índice de producción industrial registró un crecimiento del 2,1% interanual en noviembre, superando el comportamiento nacional que mostró una caída del 0,4%. Esta mejora se refleja también en el índice de cifra de negocios industrial, que aumentó un 2,9% interanual, evidenciando una recuperación de la demanda. El empleo en el sector mantiene un tono positivo, con un incremento interanual del 2,4% según la EPA y datos favorables en afiliación, que creció un 2,6% con 6.894 nuevas afiliaciones en el año, lo que en el contexto internacional actual no deja de ser excepcional. Esta evolución positiva se ve respaldada por el dinamismo mostrado por la industria manufacturera a lo largo del año.
La construcción muestra un comportamiento positivo en términos de empleo EPA, con un crecimiento interanual del 5,2% (+12.100 empleados), respaldado por un aumento del 2,1% en la afiliación. Sin embargo, algunos indicadores de actividad muestran señales de moderación: la licitación oficial registró una caída del 29,1% interanual en octubre, mientras que la superficie a construir para uso no residencial se redujo un 83,1%. En el ámbito residencial, las viviendas iniciadas libres mostraron un moderado crecimiento del 1,7%. Los datos trimestrales confirman esta tendencia de desaceleración gradual del sector en los últimos meses del año.
El sector servicios mantiene su papel como principal motor de la economía andaluza, aunque con cierta moderación al cierre del año. Según la EPA, el empleo en el sector creció un 3,0% interanual (+77.500 empleados), respaldado por el incremento del 3,0% en afiliación (+71.653 afiliaciones). El índice de cifra de negocios del sector creció un 3,5% interanual en noviembre, superando el 2,0% nacional, lo que refleja el dinamismo de la actividad terciaria. Destaca especialmente el comportamiento positivo de sectores como la información y comunicaciones, que ha mostrado un notable dinamismo, así como la evolución favorable de las actividades profesionales y financieras.
Dentro del sector servicios, el turismo muestra señales de moderación estacional al cierre del año, en línea con el comportamiento observado en el comercio, transporte y hostelería. Los indicadores de rentabilidad hotelera reflejan esta tendencia: la tarifa media diaria aumentó un 5,0% interanual en diciembre y los ingresos por habitación disponible un 2,0%. No obstante, el sector mantiene niveles de actividad superiores a los de pre-pandemia, con una clara tendencia hacia un turismo de mayor valor añadido.
El sector agrícola presenta una evolución positiva en términos de empleo en el último trimestre, con un aumento de 41.000 ocupados según la EPA, aunque en términos interanuales registra una caída del 4,2%. Los datos de afiliación son más favorables, con un incremento del 4,9% (+24.733 afiliaciones), sugiriendo una mejora en la formalización del empleo en el sector. La evolución trimestral del sector muestra una notable volatilidad, característica de su dependencia de factores estacionales y climatológicos.
Previsiones
La economía mundial se encuentra en una senda de crecimiento estable pero modesto, con proyecciones del FMI y la OCDE que sitúan el crecimiento global en el 3,3% para 2025 y 2026. Si bien esto supone una ligera mejora respecto a las previsiones previas del 3,2%, el crecimiento sigue estando significativamente por debajo del promedio histórico del 3,7% observado en el periodo 2000-2019.
En paralelo, el proceso de desinflación global continúa su curso, aunque con ritmos diferentes según las regiones. Las previsiones apuntan a una inflación mundial del 4,2% en 2025 y del 3,5% en 2026, observándose una convergencia más rápida hacia los objetivos en las economías avanzadas que en los mercados emergentes. Sin embargo, la inflación subyacente en servicios sigue siendo elevada en muchas economías, particularmente en Estados Unidos y la eurozona.
El comercio internacional, por su parte, muestra claros signos de moderación, con una revisión a la baja de las previsiones para 2025 hasta el 3,2%. Esta ralentización se debe principalmente al impacto del incremento de la incertidumbre en la política comercial, que está afectando especialmente a la inversión en sectores intensivos en comercio internacional. En este contexto, las crecientes tensiones comerciales y el riesgo de nuevas oleadas proteccionistas amenazan con distorsionar significativamente los flujos comerciales y alterar las cadenas de suministro globales.
Sin duda, el panorama geopolítico añade una considerable incertidumbre al escenario económico mundial. Los conflictos en Ucrania y Oriente Medio mantienen elevada la tensión global, con potenciales impactos sobre las rutas comerciales y los precios de las materias primas. Esta situación se ha visto significativamente agravada por el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, que introduce un factor de incertidumbre adicional que podría provocar una retracción generalizada tanto en la inversión como en la demanda global. Esta dinámica se deriva principalmente de tres factores: primero, la imprevisibilidad característica de su estilo de negociación, que dificulta la planificación a largo plazo de las empresas y puede frenar decisiones de inversión; segundo, el considerable poder económico y geopolítico de Estados Unidos, que otorga a sus decisiones un impacto amplificado sobre los mercados internacionales, como ya se evidencia en la notable apreciación del dólar frente al euro y otras divisas principales; y tercero, la probable implementación de políticas proteccionistas más agresivas, como demuestran los anuncios sobre potenciales aumentos arancelarios de entre el 10% y el 25% para las importaciones provenientes de China, Europa, Canadá o México.
En este contexto, el FMI advierte que una intensificación de estas políticas proteccionistas podría desencadenar una espiral de medidas defensivas por parte de otros países, afectando especialmente a las cadenas de suministro globales y a los flujos de inversión internacional. Las economías más expuestas al comercio exterior, particularmente las asiáticas y europeas, podrían verse especialmente afectadas por esta dinámica de mayor incertidumbre y menor predictibilidad en las relaciones comerciales internacionales.
Sin embargo, de momento, Estados Unidos mantiene un dinamismo económico notable, lo que justifica la revisión al alza de sus previsiones. Así Estados Unidos muestra una robustez destacable, con una revisión al alza de sus perspectivas de crecimiento hasta el 2,7% para 2025, aunque se prevé una moderación del 2,1% en 2026. Este dinamismo se sustenta en varios factores: una demanda interna robusta impulsada por importantes efectos riqueza y un mercado laboral que continúa mostrando solidez, junto a una inversión empresarial que mantiene un ritmo acelerado. En cuanto a la política monetaria, aunque ha frenado la moderación de tipos de interés ante los anuncios de Trump, sigue resultando algo menos restrictiva que hace un año, lográndose unas condiciones financieras relativamente más favorables. Sin embargo, existen preocupaciones sobre los riesgos que supondría combinar políticas fiscales expansivas con restricciones migratorias, lo que podría generar presiones inflacionistas adicionales y complicar la gestión de la política monetaria. También preocupa la posibilidad de que se reduzca la independencia de la Reserva Federal, lo que podría comprometer la estabilidad financiera en un contexto de elevados niveles de déficit y deuda pública. Estos desequilibrios fiscales, que probablemente se amplificarán bajo la nueva administración, podrían afectar a largo plazo al papel del dólar como moneda de reserva global.
Mientras tanto, China mantiene un ritmo de crecimiento significativamente superior, con previsiones del 4,6% para 2025 y 4,5% para 2026. Estas cifras están determinadas tanto por factores internos (crisis inmobiliaria, tensiones deflacionarias y sobreendeudamiento) como externos (política de contención de EE. UU.). En particular, el sector inmobiliario continúa siendo un foco de preocupación significativo, afectando negativamente a la confianza de los consumidores y a la estabilidad financiera del país.
En este contexto, resulta destacable que las tensiones comerciales entre EE. UU. y China han beneficiado indirectamente a los países ASEAN, que han captado una parte significativa de la relocalización industrial china. Como resultado, países como Vietnam, Indonesia y Camboya han fortalecido su dinamismo económico, permitiendo que la región ASEAN-5 mantenga perspectivas de crecimiento robustas del 4,6% para 2025.
Por su parte, India mantiene unas perspectivas particularmente sólidas, con una previsión de crecimiento del 6,5% tanto para 2025 como 2026, posicionándose como una de las economías más dinámicas entre los mercados emergentes. Este fuerte crecimiento se sustenta en la fortaleza de su demanda interna y en el impacto positivo de las reformas estructurales implementadas en los últimos años.
En América Latina, las perspectivas son más moderadas y heterogéneas. En Brasil, se prevé una desaceleración del crecimiento (2,2% para 2025), mientras que México se enfrenta una ralentización más pronunciada, con una previsión del 1,4%, en un contexto marcado por crecientes tensiones comerciales y fiscales con EE.UU.
En Oriente Medio, las perspectivas económicas están condicionadas principalmente por la extensión de los recortes de producción de la OPEP+, con Arabia Saudita experimentando una notable revisión a la baja en sus previsiones de crecimiento para 2025, hasta el 3,3%.
Por otro lado, la zona euro muestra un crecimiento más contenido, con previsiones que oscilan entre el 1,1% según el BCE y el 1,5% según la Comisión Europea para 2025, y perspectivas de ligera mejoría para 2026. Esta previsión del crecimiento, aunque a mejor, refleja un debilitamiento generalizado de la actividad económica, evidenciado por unos indicadores de confianza empresarial y de consumo que se mantienen en niveles bajos. Los PMI compuestos muestran una evolución divergente entre las principales economías de la zona euro, con Francia y Alemania situándose persistentemente por debajo de la zona de expansión durante los últimos meses.
La situación es especialmente delicada en las principales economías de la eurozona. En Alemania, las elecciones del 23 de febrero de 2025 adquieren una relevancia crucial. El país atraviesa una crisis estructural que puede atribuirse a cuatro factores principales: una excesiva dependencia comercial de China y energética de Rusia, problemas significativos de gestión empresarial (ejemplificados por los casos de Volkswagen), una insuficiente inversión pública debido a restricciones fiscales autoimpuestas, y un marco regulatorio y fiscal excesivamente complejo. Por su parte, Francia, también muestra debilidad en sus indicadores, mientras que se enfrenta a sus propios desafíos macroeconómicos, con el déficit más elevado de la UE (6%) y una deuda pública que supera el 110% del PIB, lo que ha llevado a que el país esté sujeto desde julio de 2024 a un Procedimiento de Déficit Excesivo. En este contexto, el nuevo gobierno de Bayrou ha afrontado, no sin problemas, el complejo desafío de aprobar un presupuesto para 2025 en medio de significativas tensiones políticas.
En el ámbito de los precios, el proceso de desinflación continúa su curso de manera gradual. Las proyecciones del BCE sitúan la inflación general en el 2,1% para 2025 y en el 1,9% para 2026, aunque la inflación subyacente mantiene una mayor persistencia, especialmente en el componente de servicios. El mercado laboral, por su parte, continúa mostrando una notable resiliencia, con previsiones que apuntan a nuevos mínimos históricos en la tasa de desempleo, si bien persisten diferencias significativas entre países.
Las condiciones financieras en la eurozona se mantienen relativamente acomodaticias, aunque con cierta heterogeneidad entre jurisdicciones. La política monetaria se encuentra en un punto de inflexión, con el BCE anticipando reducciones graduales en los tipos de interés, como refleja la proyección del Euribor a 3 meses, que se espera descienda hasta el 2,0% en 2026. Mientras tanto, la política fiscal debe afrontar el doble reto de la consolidación presupuestaria bajo el nuevo marco de reglas fiscales europeas, al tiempo que mantiene los niveles de inversión necesarios para impulsar la transición verde y digital.
En este contexto, las perspectivas para la Eurozona apuntan hacia una recuperación gradual pero frágil, rodeada de considerables riesgos tanto internos como externos. La evolución divergente de los PMI entre países sugiere que esta recuperación podría ser asimétrica, con algunas economías, como las mediterráneas, mostrando mayor resistencia que otras. El BCE destaca en sus últimos informes que el éxito de esta recuperación dependerá fundamentalmente de dos factores: la efectiva implementación de las reformas estructurales propuestas y la capacidad de la UE para fortalecer el mercado interior, siguiendo las recomendaciones de los informes Letta y Draghi. A estos desafíos internos se suma un contexto geopolítico complejo, marcado por las posibles tensiones comerciales con la nueva administración Trump y la persistencia de los conflictos en Ucrania y Oriente Medio, que añaden incertidumbre adicional al panorama económico.
La economía española mantiene un dinamismo notable que la distingue del resto de economías europeas. El último trimestre de 2024 cerró con un crecimiento del 0,8% trimestral (3,5% interanual), superando nuevamente las expectativas y marcando una diferencia sustancial con la eurozona. Los indicadores disponibles sugieren que este dinamismo podría mantenerse en el primer trimestre de 2025, con previsiones de crecimiento entre el 0,6% y el 0,8% trimestral.
El balance final de 2024 ha superado las previsiones iniciales, con un crecimiento del 3,2% sustentado en tres pilares fundamentales: la fortaleza del consumo tanto privado como público, y un comportamiento final de la inversión mejor de lo esperado. Las perspectivas para 2025 muestran un notable consenso entre las principales instituciones, con previsiones que oscilan entre el 2,3% del FMI, la OCDE y la Comisión Europea, o el 2,5% de AIREF, siendo especialmente optimista la previsión del Gobierno que la sitúa en el 2,6%. Para 2026, se anticipa una moderación adicional del crecimiento, con estimaciones que convergen en torno al 2%, aunque el Gobierno mantiene una visión más optimista situándola en el 2,2%.
El mercado laboral español continúa mostrando una fortaleza notable al cierre de 2024, con una creación de empleo que no solo mantiene, sino que incluso supera el ritmo del tercer trimestre. Las perspectivas para 2025 son igualmente positivas, con proyecciones que sitúan la tasa de paro más cerca del 10% que del 11%, en un contexto donde la inmigración continúa desempeñando un papel fundamental en el dinamismo del mercado laboral y en la resolución de los desajustes entre oferta y demanda en determinados sectores. El dinamismo observado en sectores clave como servicios e industria, junto con la recuperación del empleo agrario, podría sostener la tendencia positiva, si bien la evolución estará condicionada por factores como la consolidación de la demanda interna y el comportamiento del sector exterior.
En el ámbito de los precios, tras el repunte observado en noviembre hasta el 2,4%, que se ha prolongado al menos hasta enero, se prevé una senda de moderación gradual conforme avance 2025. Las proyecciones actuales sitúan la inflación general en el 2,9% para 2024 y en el 2,1% para 2025. Por su parte, la inflación subyacente seguiría una trayectoria descendente más gradual, desde el 2,9% en 2024 hasta el 2,3% en 2025, reflejando una mayor persistencia en las presiones inflacionistas fundamentales.
Las perspectivas sectoriales para 2025 apuntan a la continuidad de esta heterogeneidad, con expectativas positivas para los servicios, especialmente en actividades de mayor valor añadido como las tecnológicas y profesionales. La construcción podría experimentar un crecimiento moderado, mientras que la industria muestra potencial de recuperación, favorecida por la moderación de costes energéticos y la mejora prevista en la demanda europea. El sector agrario podría beneficiarse de la normalización de las condiciones climatológicas tras la sequía.
Finalmente, los fondos Next Generation EU mantienen su carácter estratégico para la transformación estructural de la economía española, con previsiones que apuntan a un impacto máximo durante el período 2025-2026, período en el que todas las instituciones anticipan un crecimiento sostenido, aunque en moderación. No obstante, el escenario económico no está exento de riesgos, que se inclinan a la baja para la actividad y ligeramente al alza para la inflación. Estos riesgos derivan principalmente de la incertidumbre asociada a las políticas que podría implementar la nueva administración estadounidense y sus potenciales efectos sobre el comercio internacional, aunque el impacto directo sobre la economía española podría ser más limitado que en otros países europeos dada su menor exposición comercial directa con Estados Unidos.
La economía andaluza afronta 2025 en un contexto marcado por la moderación del crecimiento global y europeo, pero manteniendo, al igual que la economía española, un diferencial positivo de crecimiento respecto a las principales economías de la UE.
Respecto a los sectores, las perspectivas se muestran particularmente favorables para el sector agrario, que se beneficiará de una significativa mejora en las condiciones hídricas tras las precipitaciones del otoño-invierno 2024/2025. Esta recuperación de las reservas de agua no solo favorecerá la producción de la actual campaña, sino que también le permitirá afrontar con optimismo moderado la planificación de la siguiente.
El sector turístico mantendrá su papel como motor de la economía regional, con indicadores que sugieren una consolidación de la tendencia hacia un turismo de mayor valor añadido. Los datos de rentabilidad hotelera y el incremento en el gasto medio por turista respaldan esta evolución positiva, que se espera continúe a lo largo de 2025, aunque con tasas de crecimiento más moderadas que en años anteriores.
El sector industrial andaluz muestra, a pesar de la debilidad comercial internacional, signos de resistencia en un contexto europeo complejo, con un comportamiento más favorable que el observado en el conjunto de la eurozona. Su menor exposición a los sectores más afectados por la crisis energética ha contribuido a esta mejor evolución relativa. No obstante, la debilidad de la demanda europea y las incertidumbres globales plantean desafíos significativos para 2025.
Un elemento de particular relevancia para la economía andaluza en 2025 será el impacto de las potenciales políticas comerciales de la nueva administración estadounidense. El anuncio de posibles incrementos arancelarios genera preocupación en sectores exportadores clave, particularmente en el agroalimentario. Sin embargo, la diversificación de mercados de exportación conseguida en los últimos años y la competitividad del sector podrían ayudar a mitigar estos impactos.
Por el lado de la demanda, se anticipa que el consumo privado mantendrá su dinamismo, beneficiándose del buen comportamiento del mercado laboral, la moderación de la inflación y la esperada relajación de la política monetaria del BCE. La inversión podría mostrar un comportamiento más dinámico que en 2024, impulsada por la aceleración en la ejecución de los fondos Next Generation EU y la recuperación tímida de la construcción, especialmente en su vertiente residencial.
Respecto al gasto público en Andalucía, las perspectivas fiscales para 2025 apuntan a un giro hacia una política moderadamente expansiva, aunque manteniendo el equilibrio presupuestario nominal mediante ajustes de contabilidad nacional. Si bien el presupuesto regional proyecta un déficit cercano a los 2.000 millones de euros, los ajustes que incluyen remanentes del ejercicio anterior y transferencias pendientes de fondos europeos deberían permitir alcanzar el equilibrio en términos de contabilidad nacional. Sin embargo, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) prevé un déficit del 0,4% del PIB, expansión fiscal que se produce en un contexto de crecimiento más moderado de los ingresos del sistema de financiación, dado que la liquidación de 2023 que se paga en 2025 se espera menos generosa que en años anteriores.
Detallando los principales riesgos para este escenario, no se debe olvidar la posible persistencia de las tensiones inflacionarias, especialmente en el componente subyacente, aunque los riesgos son cada vez menores, la recuperación más lenta de lo esperado de las economías europeas, y la materialización de las amenazas proteccionistas globales. A nivel interno, la capacidad de adaptación del tejido productivo a los retos de digitalización y sostenibilidad, junto con la efectiva ejecución de los fondos europeos, serán factores determinantes.
En consecuencia, la economía andaluza mantendría en 2025 un claro diferencial positivo de crecimiento respecto a la media europea, sustentado en la diversificación de su estructura productiva, la competitividad de sus sectores exportadores, y el dinamismo del turismo y los servicios. Concretamente, el Observatorio Económico de Andalucía proyecta un crecimiento del 2,4% para 2025, en línea con las previsiones para la economía española.